El martes 16 de
octubre de 2012 nuestro día
comenzó a las 7 de la mañana. Ya desde el día anterior habíamos decidido
visitar a una mujer de Ángel Feliz. Su nombre es Blanca. Luego de nuestra
oración matutina y el desayuno partimos desde Pinos del Edén hasta Ángel Feliz.
Dejamos la guagua (camioneta) en casa de Inés que tiene uno de los colmaditos
(almacén) en la comunidad. Y emprendimos nuestro camino. Botas en los pies,
mucha agua para tomar y todas nuestras fuerzas para subir cuesta arriba.
Orlando no nos pudo acompañar por encontrarse indispuesto.
Mauricio Eliana y
yo caminamos durante una hora y media para visitar Hierba Buena. Nos guiaba
Mocho (un amigo de Blanca en Ángel Feliz).
Cuando llegamos a la casa de Blanca, ella se sorprendió mucho con nuestra
visita. De hecho, se molestó por no haberle avisado con anterioridad. A ella “siempre
le gusta recibir a los misioneros de modo presentable.”
Un matrimonio
haitiano vive con ella. La mujer nos dio también la bienvenida. Llevábamos un
pedido. Yoselín Cárcamo nos había dejado
un regalito para Blanca. Le dijimos, y al pasarle un porta retrato con la foto
de Blanca y Yos se emocionó tanto que tuvo que sentarse. Agradeció el gesto y
mandó muchos saludos y abrazos a “su amiga” como a ella le gusta llamar a
Yoselín.
Compartimos el
almuerzo, “spaghettis” con salsa que llevábamos. Blanca los preparó con gusto y a eso añadió
su sabrosa ahuyama (calabaza) de su conuco (huerto, terreno). Las densas nubes
desprendieron sus gotas a las 2 de la tarde más o menos. Esperamos a que pasara un poco la lluvia y
tomamos el camino de regreso, no sin antes despedirnos. Pero un momento antes,
Blanca se dio cuenta que había una carta en el sobre donde venía la fotografía.
La tinta ya estaba corrida por la
lluvia. Leí la carta de Yoselín y Blanca
volvió a recordarla con cariño. Esta vez ya estaba sentada.
De regreso, ya
no sentíamos los latidos del corazón como a la ida. Estaba mucho más fresco y
lloviznaba de vez en cuando, ya el sol no nos quemaba. La vuelta fue más
difícil y lenta. Tardamos 2 horas y media entre resbalones y caídas. El camino
estaba muy mojado, había mucho barro.
Nos
reímos mucho, nos cansamos, nos apoyamos, nos esperamos. Fue una anécdota para
toda la comunidad de Ángel Feliz ya que los días posteriores de visita por las
casas nos decían que nos habían visto bajar. El comentario siempre venía
acompañado de risas y sonrisas. Nos
habían visto agarrarnos entre las resbaladas que dábamos.