viernes, 26 de octubre de 2012

De camino a una zona de montaña lejana: Hierba Buena.

El martes 16 de octubre de 2012 nuestro día comenzó a las 7 de la mañana. Ya desde el día anterior habíamos decidido visitar a una mujer de Ángel Feliz. Su nombre es Blanca. Luego de nuestra oración matutina y el desayuno partimos desde Pinos del Edén hasta Ángel Feliz. Dejamos la guagua (camioneta) en casa de Inés que tiene uno de los colmaditos (almacén) en la comunidad. Y emprendimos nuestro camino. Botas en los pies, mucha agua para tomar y todas nuestras fuerzas para subir cuesta arriba. Orlando no nos pudo acompañar por encontrarse indispuesto.
 
Mauricio Eliana y yo caminamos durante una hora y media para visitar Hierba Buena. Nos guiaba Mocho (un amigo de Blanca en Ángel Feliz). Cuando llegamos a la casa de Blanca, ella se sorprendió mucho con nuestra visita. De hecho, se molestó por no haberle avisado con anterioridad. A ella “siempre le gusta recibir a los misioneros de modo presentable.”
Un matrimonio haitiano vive con ella. La mujer nos dio también la bienvenida. Llevábamos un pedido.  Yoselín Cárcamo nos había dejado un regalito para Blanca. Le dijimos, y al pasarle un porta retrato con la foto de Blanca y Yos se emocionó tanto que tuvo que sentarse. Agradeció el gesto y mandó muchos saludos y abrazos a “su amiga” como a ella le gusta llamar a Yoselín.
Compartimos el almuerzo, “spaghettis” con salsa que llevábamos.  Blanca los preparó con gusto y a eso añadió su sabrosa ahuyama (calabaza) de su conuco (huerto, terreno). Las densas nubes desprendieron sus gotas a las 2 de la tarde más o menos.  Esperamos a que pasara un poco la lluvia y tomamos el camino de regreso, no sin antes despedirnos. Pero un momento antes, Blanca se dio cuenta que había una carta en el sobre donde venía la fotografía.  La tinta ya estaba corrida por la lluvia.  Leí la carta de Yoselín y Blanca volvió a recordarla con cariño. Esta vez ya estaba sentada.
De regreso, ya no sentíamos los latidos del corazón como a la ida. Estaba mucho más fresco y lloviznaba de vez en cuando, ya el sol no nos quemaba. La vuelta fue más difícil y lenta. Tardamos 2 horas y media entre resbalones y caídas. El camino estaba muy mojado, había mucho barro.  
Nos reímos mucho, nos cansamos, nos apoyamos, nos esperamos. Fue una anécdota para toda la comunidad de Ángel Feliz ya que los días posteriores de visita por las casas nos decían que nos habían visto bajar. El comentario siempre venía acompañado de risas y sonrisas.  Nos habían visto agarrarnos entre las resbaladas que dábamos.
 
Dios nos encuentra en el compartir y nosotros lo sentimos en nuestros hermanos más pobres. Amar es todo un camino pero comienza por pequeños gestos que nos acercan y nos encienden en este misterio.  Gracias Señor por tanto que recibimos.