domingo, 18 de septiembre de 2011

Comprometidos por la utopía del Reinado de Dios, desde una experiencia de comunidad, en Misión Compartida

“Un Sueño es solo eso, un sueño, mientras sueñe solo. 
Soñar junto a otros es el primer paso
para que ese sueño comience a hacerse realidad”.
Quería compartir algunas primeras noticias sobre esta experiencia que estamos iniciando con toda la familia claretiana y todos aquellos amigos y amigas que nos siguen y acompañan  en el compromiso por un mundo mejor.
Para comenzar quiero decirles que esta experiencia está siendo bien especial para mí por diversos motivos. En primer lugar, por la gente que venimos a visitar: los más pobres entre los pobres, en la frontera Dominico- Haitiana.
Pero además creo que es especial porque siento que aquí, en esta zona pervive algo de lo más auténtico de nuestra identidad como pueblo, como Patria Grande, nuestras raíces más profundas arraigadas en la sangre Afroamerindia.
Además de eso ésta experiencia está planteada y soñada para ser vivida desde una comunidad en donde el compromiso con la vida de mi compañero/a se convierte también en un valor enorme, que debemos construir, defender y testimoniar. Esta experiencia comunitaria se vive en profundidad y especialmente entre los voluntarios laicos que decidimos venir a vivir un año de misión, en esta zona y así vivimos en una casa solos, donde debemos pautar todo, desde nuestras propias normas de convivencia hasta el proyecto mismo de misión según objetivos y necesidades identificados junto con los pobladores de la montaña.
Pero esta misión es compartida, ya que quienes nos sostienen y nos apoyan en ese proceso es la comunidad de religiosos claretianos de toda la Provincia de Antillas, pero especialmente la comunidad de Jimaní, República Dominicana.  En lenguaje eclesial se habla precisamente de Misión Compartida, en donde tanto laicos como religiosos se encuentran en igualdad de condiciones, no existe jerarquía entre ellos, se garantiza la participación y las voces de todos y todas siempre en un marco de mutuo respeto y colaboración siempre en favor de la comunidad donde vamos a trabajar. Desde este punto de vista pensamos que lo que estamos viviendo y construyendo es una nueva forma de eclesiología y el nombre voluntariado, probablemente no refleje acabadamente lo que en realidad esta experiencia significa. Así diferentes nociones como evangelización, misión, catequesis, etc. adquieren un renovado y vivo significado en permanente dinámica de actualización e inculturación.
El hecho que seamos de diversos países con distinto bagaje cultural le aporta a esta experiencia (ya de por sí enriquecedora) un plus increíble, mostrándonos y demostrándonos que es posible vivir una experiencia de interculturalidad auténtica, donde aprendemos los unos de los otros, nos respetamos y no sólo eso, sino que trabajamos, proyectamos y soñamos juntos “un mundo donde quepan todos los mundos”.
Mis compañeros de comunidad son: Jhonny, ex seminarista claretiano de Bolivia, una persona increíble del cual estamos aprendiendo muchas cosas, como la cultura de los pueblos originarios, su teología, su cosmovisión, es algo que agradezco tanto y me hace tan feliz.  El hermano Manolo, misionero claretiano recientemente llegado a esta misión, está también muy entusiasmado con todo lo que Jhonny nos enseña ya que ha tenido contacto con la realidad de los pueblos originarios por 22 años allá en la Prelatura de Humahuaca. Que feliz estoy aprendiendo de todo lo que ellos aprendieron de los hermanos de la tierra.
Yoselin viene del sur de Chile y es abogada como yo. Me gusta porque sabe mucho de la cultura mapuche y conoce mucho de la espiritualidad ignaciana. Estoy tratando de aprender de ella. Que alegría que me da poder compartir tantas pasiones que unen nuestros caminos; no solo por la fe y la profesión, sino también en la lucha por la justicia, la reivindicación de nuestros pueblos originarios y porque conoce a Mario Bússolo, misionero Claretiano con quien hemos compartido hermosos años en el Tambo, la comunidad de jóvenes que los Claretianos tienen en Córdoba, Argentina.
Luego está Rut de Honduras, hermana menor de Lilian, una joven que participó el año pasado de esta experiencia, es la más joven del grupo, tiene tan solo 23 años, por ende recae sobre nosotros los mayores, una responsabilidad grande para contenerla, orientarla y aprender de sus búsquedas.
Lumir, Mary Helen y Myrna vienen de Puerto Rico al igual que el padre Demuel y el padre Héctor y Nancy, por ende son mayoría pero ellos están fascinados con la riqueza cultural de nuestra Sudamérica y juntos estamos llevando adelante una experiencia de inserción en estas tierras lejanas desde la multiculturalidad de nuestra propia comunidad, con una sensibilidad y compromisos que día a día me impactan más. Mary Helen y Myrna realizan esta experiencia por segundo año, por ende son nuestras referentes y coordinan los primeros días de formación de la comunidad.
 El padre Demuel este año ha sido destinado a España, por ende nos acompañará desde la oración y su viva presencia en el legado palpable de este proyecto, que lo tuvo como uno de sus protagonistas y autores desde sus orígenes.
 El Padre Héctor como Superior de la Provincia Claretiana de Antillas estuvo con nosotros diez días, desde nuestro arribo junto a Nancy, seglar claretiana muy comprometida con este sueño. Ambos cual padre y madre preocupados y dispuestos con sus hijos, nos han acompañado estos días de preparación, formación y adaptación. Estos tres últimos se puede decir son quienes se encuentran al frente del Programa de Voluntariado. Hector y Nancy se encuentran en Puerto Rico trabajando por el programa y nos estarán visitando cada 30 o 45 días según sus tiempos lo permitan.
 Además acá mismo en Jimani la comunidad claretiana compuesta por el padre Toribio; el padre Jansius; el hermano Manolo y el hermano Isaac, son quienes nos acompañaran más de cerca en nuestra labor cotidiana.
Respecto de nuestros primeros días en este lugar, quiero decirles que desde el método teológico Latinoamericano (ver, juzgar, actuar) nos encontramos aún en la etapa de VER, es decir, conocer la realidad que vamos a abordar, intentando inculturizarnos para evitar imponer. Hasta el momento la experiencia ha sido maravillosa, aún cuando la ansiedad de empezar a trabajar por momentos se vuelve difícil de sobrellevar, pero nada se realiza sin el consenso alcanzado en la participación, discusión y debate de toda la comunidad misionera. Procurando respetar esos procesos  los primeros días hemos tenido momentos de formación bíblica, días en que hemos recorrido las distintas comunidades a los fines de conocerlas, días de retiro y muchas charlas y presentaciones a los fines de conocernos y fortalecer nuestros vínculos de comunidad, intentando vivir hacia adentro, los valores que intentaremos compartir hacia afuera.
Por ahora es todo, espero que sigamos en contacto, debo aclarar que la tarea es intensa y a veces la conexión a internet no es muy buena, no obstante procuraremos mantenerlos al tanto de nuestro caminar.
Un abrazo grande en el Dios de la Vida que nos une… hasta pronto!!!
Sebastián Vergara,   Voluntario Claretiano de Argentina

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