Por: Yoselin Cárcamo
" Este niño será un signo de contradicción... porque revelará lo que hay en cada corazón..."
(Lc. 2, 34-35).



Pese a que estos derechos están establecidos de forma explícita en muchas leyes y convenciones adoptadas por este mismo estado, los mismos no pueden ser ejercidos plenamente por los ciudadanos y ciudadanas, algunas veces por desconocimiento de los procedimientos legales, otras veces por dificultades económicas de las familias debido a lo costoso que resulta el proceso de registro de nacimiento, en ocasiones por trabas burocráticas que obstaculizan el proceso, esto pasa con Haitianos y dominicanos, e inclusive por la ignorancia de los padres que siendo en muchas ocasiones analfabetos, perpetúan el circulo de la marginación.

Cuando se nos niega nuestra identidad se nos está negando el derecho a ser y a existir. Dios primero hizo al hombre y luego lo nombró, de hecho en varias citas bíblicas lo dejan entrever : "te he llamado por tu nombre, tu eres mío" (Isaías 43, 1).
El concepto de nacionalidad y nombre aparece en los primeros libros de la Biblia de forma natural y espontánea, aparece como una propiedad inalienable, identificamos a los personajes de las escrituras por su nombre y procedencia, incluso su genealogía.
En más de una ocasión el mismo apóstol Pablo apeló a su condición de ciudadano romano para exigir sus derechos y así evitar abusos en su contra. El mismo Jesús es identificado por su procedencia, se habla de Jesús de Nazaret, como si este poblado irrelevante, pobre y pequeño y sin relevancia política, social o religiosa fuera su apellido, eso demostraba la humildad de Cristo.
Los nazarenos eran unos vecinos sencillos y pobres de los que no se esperaba nada. Jesús opta por la insignificancia de Nazaret. Jesús alcanza un nombre y una ciudadanía, aunque estigmatizado por su procedencia, Jesús tiene una identidad ciudadana que le permite un espacio precario pero suficiente como para hacer sentir con su mensaje liberador.
En este paralelo con Jesús quiero dejar en claro que en el mundo entero, no sólo aquí donde circunstancialmente Dios me tiene a su servicio, sucede esto, la tragedia es que muchos desconocen el valor de tener un nombre, de ser miembro de una comunidad política, jurídica y socialmente construida,
Los nazarenos eran unos vecinos sencillos y pobres de los que no se esperaba nada. Jesús opta por la insignificancia de Nazaret. Jesús alcanza un nombre y una ciudadanía, aunque estigmatizado por su procedencia, Jesús tiene una identidad ciudadana que le permite un espacio precario pero suficiente como para hacer sentir con su mensaje liberador.
En este paralelo con Jesús quiero dejar en claro que en el mundo entero, no sólo aquí donde circunstancialmente Dios me tiene a su servicio, sucede esto, la tragedia es que muchos desconocen el valor de tener un nombre, de ser miembro de una comunidad política, jurídica y socialmente construida,
cómo podrán pedir que se le cumplan otros derechos como accesos a la salud, educación, vivienda, agua, electricidad, inclusive para bautizarlos, si no han logrado acceder a estas otras dos que los reconocen como existentes en este mundo? . Es penoso el caso de niños que en este mundo tan competitivo y desafiante, de tantos trámites burocráticos y exigencias documentales, carecen de un nombre y una nacionalidad, de un registro legal que dé cuenta de que ellos existen. Darles a ellos lo que por derecho les pertenece es traerlos a la vida social, incorporarlo a la vida organizada. Es reconocer su existencia para hacer vigentes sus derechos de personas.
La acción de registrarlo o documentarlo ante un organismo válido es algo más que registrarlo y darle un papel, lo que se juega existencialmente sobrepasa toda pretensión estadística y de organización.

Les abrazo en Cristo que nos une,
Yoselin Cárcamo, Voluntaria Claretiana
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