La misteriosa expansión de dos lagos en Haití y
República Dominicana es una catástrofe para los residentes de la zona.
Por TRENTON
DANIEL y EZEQUIEL ABIU LOPEZ (AP)
Tomado de el Periódico El Nuevo Día, edición del martes 18 de septiembre de 2012
BOCA DE CACHON,
República Dominicana - El agua salada acabó con la cosecha de batatas y de
plátanos de Domingo Bautista. Luego llegó hasta a su casa y a la carretera que
recorre este valle de la frontera con Haití.
Bautista es uno
de cientos de personas afectadas por una catástrofe que avanza lentamente: la
misteriosa expansión de dos lagos.
Nadie le dio
mucha importancia cuando el nivel del lago más grande en el Caribe empezó a
subir en un año de lluvias copiosas. Pero luego no se detuvo el crecimiento.
El lago
Enriquillo, en la República Dominicana, ha duplicado su tamaño en los últimos
ochos años y se ha tragado cientos de hectáreas (acres) de sembradíos en más de
una decena de pueblos.
En el vecino
Haití, el lago Azuei, de menor magnitud, se ha estado expandiendo lentamente
con la consecuente destrucción de campos agropecuarios y la interrupción del
comercio al bloquear ocasionalmente una carretera fronteriza clave. Los dos
lagos están a una distancia de sólo tres kilómetros y son alimentados por
algunas de las mismas corrientes.
El fenómeno es
un desastre silencioso y potencialmente catastrófico para dos países ya
abrumados por graves problemas ambientales. La subida de las aguas ha empeorado
exponencialmente en los últimos años, sobre todo después de las tormentas
intensas que en 2007 y 2008 cayeron en la isla de La Española, compartida por
los dos países. La tormenta tropical Issac ocasionó más lluvias en la región el
mes pasado, y provocó más daños.
Mientras la
causa sigue siendo un misterio, las teorías sobre el motivo del crecimiento van
desde que el sedimento y la basura taponean el sistema acuático, hasta un
incremento de las tormentas por el cambio climático, pasando por la presencia
de lluvias abundantes.
Bautista, un
agricultor dominicano, recuerda la manera en que el agua cubrió gradualmente
sus cultivos de caña de azúcar, plátano y batata. En cosa de dos meses, la
familia tuvo que abandonar su casa de un dormitorio en Boca de Cachón, una
aldea soleada.
""El
agua empezó a caminar, a caminar por tierra; no fue de golpe, no", lamentó
Bautista, quien ahora trabaja como portero en una posada al costado de una
carretera. El agua "venía entrando al paso; ella no entró de golpe de la
noche a la mañana".
El crecimiento
de Enriquillo ha inundado 16 comunidades en dos provincias, más de 18,818
hectáreas (46,500 acres) y 1,000 propiedades, de acuerdo con un estudio
realizado por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo y el Centro Tecnológico
y Científico de Detección Cooperativa de la Administración Nacional para los
Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA-CREST, por sus siglas en inglés)
de la universidad City College de Nueva York. En total, unas 10,000 familias
han perdido ganado, sembradíos o sus casas.
En Haití, las
lluvias intensas hicieron que la situación se complicara el año pasado, al
tiempo que decenas de familias tuvieron que desalojar. Muchos inmigrantes que
cruzan hacia la República Dominicana para laborar en el campo no pudieron hacer
el viaje.
Sólo en la
ciudad dominicana de Duvergé, cuya principal actividad es la producción de
leche, cerca de 10,000 cabezas de ganado murieron en los últimos cuatros años,
de acuerdo con Davil García, presidente de la asociación de agricultores y
ganaderos de esa localidad. "Estamos hablando de una agonía, de un impacto
que ha cambiado nueva forma de vida".
Mientras los
habitantes de Duvergé y comunidades aledañas pierden sus tierras para trabajar,
muchos se ven obligados a emigrar en busca de empleos de baja calificación en
las ciudades de Barahona y Santo Domingo o en la zona turística de Bávaro, como
ocurrió con dos de los hijos de 17 y 16 años de Norberto Cuevas, cuya parcela
de plátano en el pueblo de Baitoas está bajo el agua salada del lago.
"Esto es un
evidente desastre ambiental", dijo Antonio Perera, responsable en Haití
del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. "Está
ocurriendo lenta, lenta, lentamente, y no se verán los efectos inmediatos como
en un sismo o un huracán".
Los científicos
han especulado que, en la parte haitiana, la deforestación masiva ha provocado
que el sedimento ocupe espacio del lago al tiempo que la basura obstruye los
canales que lo drenarían. Los lagos en ambas naciones también podrían estar
creciendo debido a que las lluvias de los últimos años han sido más abundantes
que el volumen promedio.
Bolívar Ledesma,
de la Oficina Nacional de Meteorología de República Dominicana, explicó que en
la última década "han ocurrido mucho años lluviosos por encima de lo
normal". Según estadísticas de esa institución, sólo en 2007 las
precipitaciones en la zona del lago Enriquillo fueron 48% mayores al promedio
anual de 726 milímetros (28.5 pulgadas).
Además, dijo
Perera, el terremoto de enero de 2010 en Haití pudo haber modificado las fallas
tectónicas bajo ambos lagos y de alguna manera alterado la hidrología en la
zona, aunque el nivel del agua comenzó a aumentar antes del sismo.
"Dos o tres
días después del sismo hubo fuentes de agua por todas partes en
Thomazeau", afirmó en referencia a una localidad lacustre en el extremo
norte de Azuei que visitó después del temblor. "Hasta en las salas de
estar".
El lago Azuei se
ha expandido a un ritmo de unos 90 centímetros (tres pies) anuales en los
últimos 10 años, y ha alcanzado 134 kilómetros cuadrados (52 millas cuadradas),
según las imágenes de satélite tomadas en el estudio del City College de Nueva
York. Esto sucedió al principio en la parte haitiana, pero se extiende por la
frontera en uno o dos kilómetros (de 0.60 a 1.2 millas), e incluso ha cubierto
una aduana dominicana con aguas salobres.
De manera
similar, la ribera de Enriquillo se ha extendido en unos 90 centímetros (tres
pies) por año en la última década, y alcanzado los 331 kilómetros cuadrados
(128 millas cuadradas), el doble de su tamaño en 2004.
Muchos creen que
los dos lagos pronto se unirán con el aumento en el nivel del agua. Por ahora,
están separados por un camino que se anega con frecuencia con lluvias fuertes.
Al igual que el
Enriquillo, el Azuei está rodeado por casas de bloque de hormigón, e incluso
por un edificio turístico de dos pisos. Esta y otras estructuras están parcial
o totalmente sumergidas.
Pese a la
inquietud natural, los dos gobiernos han hecho poco por contener el aumento de
las aguas o por ayudar a las familias desplazadas. Y se desconoce de inmediato
qué planes tienen para el largo plazo.
Las dos partes
estudian el fenómeno y pidieron a las Naciones Unidas la aplicación de un
programa de 2.5 millones de dólares que ha permitido plantar miles de árboles
frutales en la frontera.
"Los
gobiernos necesitan ser serios en este asunto", dijo Jorge González,
profesor de ingeniería mecánica en el City College de Nueva York y principal
autor del estudio efectuado en julio.
Las autoridades
dominicanas han estado enviado alimento semanalmente a los poblados más pobres
en el lago. También han reconstruido canales que fueron dañados en las
temporadas de lluvias de 2007 y 2008. El Ministerio de Agricultura ha anunciado
planes para reubicar a 500 familias y darles nuevas tierras, pero el proyecto
no se ha concretado.
El gobierno
haitiano, por su parte, ha colocado grava para elevar el camino que lleva al
cruce de la frontera sur. El primer ministro Laurent Lamothe visitó el área
recientemente.
El nuevo
ministro de ambiente, Jean-Vilmond Hilaire, dijo que las autoridades haitianas
y dominicanas estaban tratando primero de comprender la situación para luego
armar un plan.
Mientras, el
aumento en el nivel del agua sólo ha empeorado los problemas ambientales en la
región. Haití cuenta ya con únicamente el 2% de sus bosques, debido a la
deforestación para hacer carbón. En la República Dominicana, la deforestación
afecta a más de 20% del país.
Aunado a esto,
la falta de un sistema sanitario adecuado agravó la epidemia de cólera que
apareció en Haití el año del terremoto y luego cruzó la frontera.
Bautista pasó
tres meses fuera de su casa por los daños del huracán Noel en 2007. Cuando
regresó a Boca de Cachón se encontró con su casa cubierta por el agua y
saqueada. Ahora lamenta el poco apoyo que recibe del gobierno y la necesidad
que tuvo de alojarse en un hotel para parejas llamado El Encuentro.
"Yo tengo
hijos y tengo que trabajar porque no me voy a robar lo ajeno", dijo
Bautista en medio de un camino de dos carriles sumido por las aguas. "Yo
los tengo que mantener de mi sudor".
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